miércoles, 2 de mayo de 2012

41 Finalmente, el final.

Desembarcar en Venecia fue un jarro de agua fría, por lo que llovía, y porque suponía el término de esta excitante excursión de casi 6 meses, recorriendo 10 países y más de 25.000 kms.
La última curiosidad del viaje se produjo en la autopista a las afueras de Milán, donde adelanté a otro Land Rover Defender que me llamó la atención por su preparación.
Pero lo realmente sorprendente es que el conductor era Andrea, un fotógrafo italiano con el que coincidimos unos meses atrás en Pushkar, India...!
Él había viajado a India en avión y al ver mi Land Rover se acercó a curiosear y estuvimos charlando un rato.

Esta vez no hubo tiempo para mucho, ni era lugar para entretenerse, pero en el arcén de aquella autopista paramos los coches y Andrea repetía:

- Questo è un miracolo...!

Y así, con un milagro, termina esta historia que estoy seguro no es más que el aperitivo de las que vendrán.

Salud!




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martes, 17 de abril de 2012

40 Turquía -Pérgamo- parte III

El tiempo de este viaje llegaba a su fin. El plan era llegar a casa un poco antes de Navidades, muy poco, lo justo. En realidad prefería haber llegado después...

Conducir se hace un poco tedioso si tienes la sensación en el cuerpo de que esto casi ha terminado. Así que tres barcos reducirían considerablemente las horas al volante y permitirían muchas horas de reflexión sobre todo lo vivido.

Pero la costa turca tiene algunas maravillas que no hay que perderse, y al menos hubo tiempo para descubrir una de ellas de camino a Çesme, de donde zarpaba el primero de los 3 barcos.

Pérgamo:











Homenaje culinario para suavizar la vuelta a la realidad:

Primer 'barco' que trasladó al Defender en su camino a Europa. Travesía de 45 minutos con temporal de lluvia incluido, entre Çesme (Turquía) y Chios (Grecia).

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martes, 27 de marzo de 2012

39 Turquía -Estambul- parte II

Llegar a Estambul fue como volver a casa. Después de meses dando tumbos por el mundo en lugares donde todo es tan absolutamente diferente a nuestras costumbres, llegar a una ciudad como Estambul sienta como si llegaras a tu casa.
Son pequeños detalles que realmente reconoces cuando has tenido que prescindir de ellos... las marcas de coches, poder entrar en un supermercado, un surtidor de diesel, un bocadillo en barra de pan, un barrendero, un cantante que suena en la radio, la portada de un periódico aunque no entiendas lo que dice, la ‘facilidad’ con la que el agua caliente sale por el grifo...
En definitiva pisar Estambul fue como aparcar junto a mi casa, pero en otro idioma. Las hordas de turistas que abarrotan la ciudad en verano ya no están, y a pesar de ello seguimos siendo muchos los extranjeros que paseamos por sus calles.
Ahora la ciudad parece más asentada en un ritmo habitual: la mitad de las calles está en obras; la gente hace cola para sellar una especie de Lotería Primitiva que ofrece un premio de no sé cuántos millones de liras; caras somnolientas en el bus de primera hora de la mañana; paseos familiares de fin de semana en la orilla del Bósforo; etc.

Así que después de negociar en un Hotelito barato pero con todas las comodidades, me asiento en la ciudad durante 15 días, buscando la tranquilidad que raras veces he disfrutado en los últimos meses y miles de kms.


A la orilla del mar la gente se entretiene probando su puntería, jugando a fútbol, paseando, tomando un té y jugando al backgamon, pescando, o mirando al otro lado del estrecho... allá en Asia:






Yo me iba cada tarde con una ración de arroz con garbanzos, otra de hígado con patatas, un pan y un refresco (todo por unos 3,5 euros) y disfrutaba de un rato de tranquilidad.

O compraba pescado fresco en este mercado y allí mismo me preparaban un auténtico manjar.

Por fin una visita tranquila a Santa Sofía y la Mezquita Azul.







Otros rincones de la ciudad









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viernes, 23 de marzo de 2012

38 Turquía -también de vuelta...- parte I


La nieve del Ararat ya anunciaba lo que me esperaba en las altas montañas del Este de Turquía, pero yo no lo supe entender, así que mientras esperaba para cruzar la frontera y dejar atrás Irán me propuse unas etapas que me llevarían a la costa del Mediterráneo. La primer etapa consistía en llegar a dormir ese mismo día a Erzurum.
La cosa ya iba un poco justa porque en la frontera me tuvieron varias horas, pero aún no había anochecido así que decidí seguir adelante.



Hacía muchísimo frío. Se hizo de noche. Conducía ya entre montañas a casi 2000 metros de altitud. Ni un pueblo. Ni un coche. De vez en cuando me cruzaba con algún camión. Poco más.
Noche cerrada. Cada vez más frío. Y la aguja del diesel baja a la línea roja. No he visto gasolineras así que paro en el arcén y sin apagar el coche pongo los 20 litros de diesel que llevo en el bidón. El frío duele. La tiritona se convierte en una especie de baile involuntario.
Entro de nuevo en el coche y sigo conduciendo. Ya no quiero llegar a Erzurum sino a algún pueblo donde cenar una sopa ardiente y encontrar una habitación de hotel barata y con calefacción.
Sigo conduciendo en medio de montañas, solo, de noche, tapado con mantas, guantes y gorro.
De repente la aguja de la temperatura se dispara al máximo. En cuanto lo veo freno de golpe y me salgo a la grava del arcén. En ese momento veo como el agua del circuito de refrigeración salta, atraviesa las ranuras del capó y llega hasta el parabrisas! Dios! Eso no debe significar nada bueno...!
Salgo del coche. El frío me bloquea, casi no puedo ni moverme. Abro el capó y veo que el tapón de llenado del agua ha volado y desaparecido, y detrás de él ha salido el agua.
Relleno el circuito y salgo en busca del tapón. Recorro andando los últimos metros que he hecho en coche, con una linterna busco el tapón por el asfalto, bajo al monte y lo busco entre la nieve... nada. Me muero de frío así que vuelvo al coche.
No pasa nadie. No puedo dormir allí sin calefacción así que solo me queda una opción, seguir conduciendo hasta que llegue a cualquier sitio donde pueda refugiarme.
Con cinta americana y unas bridas hago un apaño para intentar que el agua no salga de su circuito. Sé que en cuanto coja un poco de temperatura va a lanzar por los aires el improvisado tapón así que no fuerzo el coche, incluso lo dejo rodar cuesta abajo sin tocar el acelerador.
Son unos kms angustiosos, buscando una luz a los bordes de la carretera, un coche, una persona...
30 kms después llego a un pueblecito, Horasan, donde encuentro un restaurante, un hotel, y me dicen que al día siguiente podré localizar un mecánico.
Respiro tranquilo y desde la habitación del hotel veo que el termómetro de la calle marca -15ºC.
Al día siguiente no hay manera de arrancar el coche, el mecánico viene al hotel y medio pueblo se descojona de mí por llevar agua en vez de anticongelante.
Acabamos desmontando el radiador para vaciarlo a conciencia. Además la bomba del gasoil hace un ruido muy feo: el poco diesel del depósito está medio granizado.
Y la batería ha muerto.





Durante las largas horas de trabajo y espera en el taller preparé té una y otra vez para que todos entrásemos en calor...

Después de todo el día dando vueltas por el taller y la ciudad ya tengo el coche arrancado, el circuito lleno de anticongelante, y la batería recargada. Pero queda una hora para anochecer y no es momento de aventurarse de nuevo por las carreteras aisladas entre montañas, así que paso una noche más en Horasan.

Durante el día quité las cosas de la fregadera y encontré el agua congelada.

En una tetería de charla con los sorprendidos turcos...

Madrugo para salir pronto de allí y llegar lo antes posible a zonas más bajas y templadas.
A las 7:00 a.m. estoy listo para salir, pero el coche no arranca.
Se reúnen 10 personas alrededor, incluido el mecánico, al que vuelvo a pedir ayuda.
Unos hacen fuego para calentar el motor, otros van a comprar éter, otros traen una batería de camión para seguir intentándolo...
Por fin, 4 horas más tarde, el coche está arrancado y salgo de allí pitando con los ojos atentos a todas las agujas y los oídos afinados para detectar cualquier sonido extraño. De hecho ahora todos los sonidos me parecen extraños.



Después de 500 kms llego a Sivas, una ciudad que ya conocía de otro viaje por Turquía. Aquí hace un poco menos frío, pero muy poco.
La ciudad ha crecido mucho desde la última vez que la visité, y se ha ‘europeizado’ mucho más aún.
Busco un hotel barato pero los que veo no me convencen... así que entro el Pasabey Otel. Es mucho más caro de lo que buscaba, pero después de varios días de incertidumbres y tensión me siento reconfortado en un hotel donde la pintura de las paredes no se cae a trozos, los muebles no han sido recuperados de la basura, y los empleados hablan al menos un inglés tan básico como el mío. Y en el fondo no son más que 30 euros.
Dejo el coche en el parking privado del hotel guiándome con la brújula para que al día siguiente le dé el sol lo antes posible, ceno copiosamente en el restaurante, me doy una larga ducha en el impoluto baño de la habitación, me trinco varias cervezas mientras disfruto de sábanas que huelen a suavizante, y me duermo mientras imagino cómo intentaré arrancar el coche a la mañana siguiente.

Después de un espectacular desayuno me acerco al parking y noto que no hace tanto frío como días atrás así que confío en poder arrancar el coche yo solito.
Desmonto la toma de aire, preparo el éter, giro la llave para que los calentadores hagan su trabajo... bbbbrrrrrr... brrrrrruuuuu.... brrrruuuuummmm bruum... A los diez minutos lo consigo, así que mientras el coche se calienta vuelvo al hotel, recojo, pago y bye bye Sivas.
Todo en el coche me suena raro, me huele raro, me he obsesionado, así que me olvido de la costa y pongo rumbo a Estambul, donde podré hacer una revisión al coche, y además disfrutaré de una ciudad menos abarrotada que en pleno agosto, que fue cuando pasamos por allí.
Así que rumbo al Oeste... y después de 13 horas y 900 kms llego a Estambul. El coche no ha dado ningún problema, de hecho ha ido muy ligero, sonaba bien, será que el frío no le gusta.


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viernes, 9 de marzo de 2012

37 Irán -de vuelta a casa-

Dejamos atrás Esfahan camino a Tehran donde mis compañeros de viaje cogían el avión de vuelta a casa. Y por supuesto volvimos a casa de los Fazelzadeh, que nos volvieron a recibir con los brazos abiertos.
Esta vez la visita fue más corta, el invierno aparecía, la nieve invadía todo Tehran y sin calefacción en el Defender la cosa se ponía un poco incómoda, así que el siguiente objetivo se convirtió en llegar lo antes posible a la costa mediterránea de Turquía, donde el clima sería más templado y podría disfrutar de las últimas semanas de viaje.

Camino a Tehran, supongo...

...sí!

Aquí pasamos unos muy calurosos días en el camino de ida.


Metro en Tehran.

Un ciber en el que nunca nos quisieron cobrar...

... claro que la mayoría de las veces Alá velaba para que no nos desviásemos del buen camino y nos impedía el acceso a peligrosos recursos como el correo electrónico:









En la frontera con Turquía con el Ararat al fondo.


Esta es la única frontera de Irán en la que últimamente quieren cobrarte una especie de impuesto por utilizar vehículos diesel. Ni en la frontera con Pakistán ni con Armenia saben nada de esto. Pero algunos viajeros me habían advertido que pocos meses atrás habían tenido que discutir y negociar el precio porque les pedían hasta 600 euros.
Así que sabiendo lo que me podía esperar ya tenía preparada una estudiada e indiscutible estrategia: decir que mi coche utilizaba gasolina y no diesel! 

El primer inspector que me encontré a unos cientos de metros del edificio de la frontera me pregunta:
-diesel?
-no, gasolina- digo

Y a partir de aquí estuve a punto de meterme en un lío... porque el tipo abrió la tapa del depósito, acercó la nariz y dijo:
-diesel!
Y yo –no, gasolina!
Y así seguimos hasta que me dijo que fuera a hablar con el manager y le convenciera de que mi coche era de gasolina.

Así lo hice, y allí apareció un tipo con cara de muy malo que me dijo:
-tengo solo una pregunta... ¿tu coche es diesel?
-no, es gasolina, quieres venir a verlo?
-....
-.....
-....
-eres español?- me preguntó
-soy lo que quieras- pensé mientras asentía con la cabeza
-de Coruña?- sonrió
uf.... qué alivio, ya ví que allí acababa el mal trago, así que estuvimos hablando un rato sobre el mar, la torre de Hércules, el marisco, y entre lo que conozco de A Coruña y lo que me inventé el tipo se quedó muy contento, y hasta le invité a que la próxima vez que viajara allí me avisara para comer unas nécoras juntos!


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