viernes, 23 de marzo de 2012

38 Turquía -también de vuelta...- parte I


La nieve del Ararat ya anunciaba lo que me esperaba en las altas montañas del Este de Turquía, pero yo no lo supe entender, así que mientras esperaba para cruzar la frontera y dejar atrás Irán me propuse unas etapas que me llevarían a la costa del Mediterráneo. La primer etapa consistía en llegar a dormir ese mismo día a Erzurum.
La cosa ya iba un poco justa porque en la frontera me tuvieron varias horas, pero aún no había anochecido así que decidí seguir adelante.



Hacía muchísimo frío. Se hizo de noche. Conducía ya entre montañas a casi 2000 metros de altitud. Ni un pueblo. Ni un coche. De vez en cuando me cruzaba con algún camión. Poco más.
Noche cerrada. Cada vez más frío. Y la aguja del diesel baja a la línea roja. No he visto gasolineras así que paro en el arcén y sin apagar el coche pongo los 20 litros de diesel que llevo en el bidón. El frío duele. La tiritona se convierte en una especie de baile involuntario.
Entro de nuevo en el coche y sigo conduciendo. Ya no quiero llegar a Erzurum sino a algún pueblo donde cenar una sopa ardiente y encontrar una habitación de hotel barata y con calefacción.
Sigo conduciendo en medio de montañas, solo, de noche, tapado con mantas, guantes y gorro.
De repente la aguja de la temperatura se dispara al máximo. En cuanto lo veo freno de golpe y me salgo a la grava del arcén. En ese momento veo como el agua del circuito de refrigeración salta, atraviesa las ranuras del capó y llega hasta el parabrisas! Dios! Eso no debe significar nada bueno...!
Salgo del coche. El frío me bloquea, casi no puedo ni moverme. Abro el capó y veo que el tapón de llenado del agua ha volado y desaparecido, y detrás de él ha salido el agua.
Relleno el circuito y salgo en busca del tapón. Recorro andando los últimos metros que he hecho en coche, con una linterna busco el tapón por el asfalto, bajo al monte y lo busco entre la nieve... nada. Me muero de frío así que vuelvo al coche.
No pasa nadie. No puedo dormir allí sin calefacción así que solo me queda una opción, seguir conduciendo hasta que llegue a cualquier sitio donde pueda refugiarme.
Con cinta americana y unas bridas hago un apaño para intentar que el agua no salga de su circuito. Sé que en cuanto coja un poco de temperatura va a lanzar por los aires el improvisado tapón así que no fuerzo el coche, incluso lo dejo rodar cuesta abajo sin tocar el acelerador.
Son unos kms angustiosos, buscando una luz a los bordes de la carretera, un coche, una persona...
30 kms después llego a un pueblecito, Horasan, donde encuentro un restaurante, un hotel, y me dicen que al día siguiente podré localizar un mecánico.
Respiro tranquilo y desde la habitación del hotel veo que el termómetro de la calle marca -15ºC.
Al día siguiente no hay manera de arrancar el coche, el mecánico viene al hotel y medio pueblo se descojona de mí por llevar agua en vez de anticongelante.
Acabamos desmontando el radiador para vaciarlo a conciencia. Además la bomba del gasoil hace un ruido muy feo: el poco diesel del depósito está medio granizado.
Y la batería ha muerto.





Durante las largas horas de trabajo y espera en el taller preparé té una y otra vez para que todos entrásemos en calor...

Después de todo el día dando vueltas por el taller y la ciudad ya tengo el coche arrancado, el circuito lleno de anticongelante, y la batería recargada. Pero queda una hora para anochecer y no es momento de aventurarse de nuevo por las carreteras aisladas entre montañas, así que paso una noche más en Horasan.

Durante el día quité las cosas de la fregadera y encontré el agua congelada.

En una tetería de charla con los sorprendidos turcos...

Madrugo para salir pronto de allí y llegar lo antes posible a zonas más bajas y templadas.
A las 7:00 a.m. estoy listo para salir, pero el coche no arranca.
Se reúnen 10 personas alrededor, incluido el mecánico, al que vuelvo a pedir ayuda.
Unos hacen fuego para calentar el motor, otros van a comprar éter, otros traen una batería de camión para seguir intentándolo...
Por fin, 4 horas más tarde, el coche está arrancado y salgo de allí pitando con los ojos atentos a todas las agujas y los oídos afinados para detectar cualquier sonido extraño. De hecho ahora todos los sonidos me parecen extraños.



Después de 500 kms llego a Sivas, una ciudad que ya conocía de otro viaje por Turquía. Aquí hace un poco menos frío, pero muy poco.
La ciudad ha crecido mucho desde la última vez que la visité, y se ha ‘europeizado’ mucho más aún.
Busco un hotel barato pero los que veo no me convencen... así que entro el Pasabey Otel. Es mucho más caro de lo que buscaba, pero después de varios días de incertidumbres y tensión me siento reconfortado en un hotel donde la pintura de las paredes no se cae a trozos, los muebles no han sido recuperados de la basura, y los empleados hablan al menos un inglés tan básico como el mío. Y en el fondo no son más que 30 euros.
Dejo el coche en el parking privado del hotel guiándome con la brújula para que al día siguiente le dé el sol lo antes posible, ceno copiosamente en el restaurante, me doy una larga ducha en el impoluto baño de la habitación, me trinco varias cervezas mientras disfruto de sábanas que huelen a suavizante, y me duermo mientras imagino cómo intentaré arrancar el coche a la mañana siguiente.

Después de un espectacular desayuno me acerco al parking y noto que no hace tanto frío como días atrás así que confío en poder arrancar el coche yo solito.
Desmonto la toma de aire, preparo el éter, giro la llave para que los calentadores hagan su trabajo... bbbbrrrrrr... brrrrrruuuuu.... brrrruuuuummmm bruum... A los diez minutos lo consigo, así que mientras el coche se calienta vuelvo al hotel, recojo, pago y bye bye Sivas.
Todo en el coche me suena raro, me huele raro, me he obsesionado, así que me olvido de la costa y pongo rumbo a Estambul, donde podré hacer una revisión al coche, y además disfrutaré de una ciudad menos abarrotada que en pleno agosto, que fue cuando pasamos por allí.
Así que rumbo al Oeste... y después de 13 horas y 900 kms llego a Estambul. El coche no ha dado ningún problema, de hecho ha ido muy ligero, sonaba bien, será que el frío no le gusta.


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7 comentarios:

  1. ¡Eres un grande! Ahí salvandose por los pelos de perecer por hipotermia.... me ha dao frío de leerlo :-O

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  2. la sabana saco le salvo de lo peor ...

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  3. El Yeti cabalgando la Solwly... :-)

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  4. Alfonso (dublín), tú te salvaste del frío pero los otros dos casi perecen en Irán, jeje.
    Les dije que trajeran abrigo, y un buen saco, pero dicen que son vascos...
    .-p

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  5. Un buen "por el saco" te teníamos que haber dado maricón....No te jode q la 1ª noche nos dice q es mejor dormir con la ventana abierta, "por la condensación"..... Putas las pasamos... :-(

    Como bien comentan por ahí, la sábana-saco te salvó de lo peor... nosotros tuvimos q conformarnos con las excepcionales mantas-folio de vuelo de Alitalia.

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  6. Por cierto, qué guapos eran tus amigos turcos Yors...

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  7. Eso os pasa por no haber hecho la mili, nenazas!
    :-p

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